Éstas actúan
sobre la estructura energética del sujeto, ejerciendo su influencia en lo
psíquico y en lo físico.
Su acción eleva
las vibraciones y abre canales que inundan nuestra naturaleza con la virtud particular que
necesitamos, borrando los defectos que
causan dolor. Son capaces de darnos paz
y aliviar nuestros sufrimientos. Curan, inundando nuestros cuerpos
con las vibraciones de nuestra naturaleza superior.
Se trata de
“remedios” energéticos naturales y eficaces.
Inocuos en el sentido de que no causan daño alguno al sujeto, pero su
toma produce la movilización del mundo emocional, la captación de información
externa o interna que se desconocía, la aparición de sentimientos hasta ese
momento sofocados, vivencias y percepciones nuevas, etc.
Es así, que
convocar una emoción por medio de las flores es una experiencia que debe
hacerse dentro de un marco de contención adecuada, con el acompañamiento de un
terapeuta calificado. Por lo tanto,
pretender ser uno mismo su propio terapeuta, no es aconsejable.
Edward Bach
entendía que la enfermedad es la consecuencia natural de la falta de armonía
entre nuestros cuerpos (o personalidades) y nuestras almas (o Ser
Superior). Algo beneficioso que llega
para impedir que llevemos demasiado lejos nuestras acciones equivocadas, y al
mismo tiempo una lección que nos enseña a armonizar nuestras vidas con los
dictados de nuestras almas. En la medida en que el Yo espiritual y el Yo mortal
se encuentren en armonía, gozaremos de perfecta salud, pero tan pronto como
entren en discordia, surgirá lo que conocemos como enfermedad. Y lo importante no es tratar la enfermedad en
sí, poniendo el énfasis en sus síntomas, sino y principalmente, poner la
atención sobre el paciente y en cómo éste vivencia la enfermedad.
(Adapt. De Bach por Bach)
Post gentileza de Evelín Daglio - Terapeuta Floral
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