Muchas veces la sociedad
naturaliza situaciones, hechos o modos
de vida, que no son naturales. El arte se ha ocupado, a lo largo de toda la
historia -pero sobre todo durante el siglo XX, a través de lo que se conoce
como Las Vanguardias-, de aportar una perspectiva transgresora, de ir más allá
de lo establecido, de proponer formas nuevas, otras miradas... porque el arte resignifica
el mundo y se permite repensarlo a la luz de la sensibilidad del hombre.
De la misma manera que la
sociedad ha naturalizado modos de vida tóxitos, en algunas oportunidades, lo
hemos hecho nosotros también con nosotros mismos y en nuestras relaciones; en
esas oportunidades no sufrimos por lo que nos sucede, sino por como
significamos lo que nos sucede, es decir, por la mirada, el enfoque que
atraviesa los hechos, las situaciones o nuestro propio modo de vida.
Si tuviésemos la posibilidad de observar
nuestro mundo interior manifestado en una expresión artística, veríamos este
momento que vivimos desde una perspectiva nueva. Una perspectiva, generada a la
luz de nuestra propia sensibilidad. Porque el arte muestra lo que hay en lo profundo,
lo que el ojo no ve. En el arte se puede ver revelada una necesidad de cambio,
la causa de una enfermedad, un proceso de crecimiento, el modo de resolver
situaciones conflictivas con el entorno o las marcas que nos han dejado algunas
experiencias, incluso si no las recordamos. En el arte, nos proyectamos. La
obra viene a ser una metáfora de lo que somos, de una parte de nuestro mundo
interior que aflora para ser tenida en cuenta.
La expresión artística nos ayuda
a sacar fuera todo lo que hay en el interior, mostrándonos nuevos rumbos, otras
posibilidades, capacidades no desarrolladas, propósito de vida, verdades
interiores, deseos reprimidos que están pujando por manifestarse…
En el proceso creativo,
participan todas las zonas del sujeto (cuerpo, pensamientos, emociones, influencia
del entorno, experiencias vividas, propósito de vida…) entonces, cuando éste
hace arte, está en el momento presente, expande los límites de la consciencia e
integra cuerpo-mente. Este proceso (creativo) es sanador en sí mismo. Nos
desarrolla naturalmente. Y la
posibilidad de observarnos en la obra, como si esta fuese un espejo de nuestro
mundo interior, un espejo que captura nuestra subjetividad nos ayuda a sanar
conscientemente las causas y a reelaborar los significados que hemos
establecido y se han cristalizado, muchas veces tornándose dañinos para
nosotros mismos.
ARMONIZACIÓN POR EL ARTE - ONLINE
No hay comentarios:
Publicar un comentario